jueves, 3 de agosto de 2017

LA RÉMORA

Fue sutil y pausado... el tratamiento. Soplaba una suave brisa que al principio aliviaba, pero que finalmente resultó demasiado cálida y acabó asfixiando.
De repente la tortuga se dio cuenta de que palpaba deformes rabias que no conocía en sí misma, nunca en su cuerpo antes se habían mostrado… de dónde venían?  Sentía invasión, ruptura de la verdad, de la justicia… el ambiente olía raro, se mostraba contaminado. ¿Por qué? Si el eslogan de la venta era limpio, cumplía con los requisitos de sanidad y parecía pulcro y saneado…
Lo que percibía claramente era su vulnerabilidad en llamas, si hacía lo que quería se sentía vil e incorrecta, y si se orientaba a hacer lo contrario… pues peor, apreciaba que raras culpabilidades la rondaban.
Los pensamientos sobre esa persona ocupaban demasiado espacio en su cabeza.
Tensión y estrés, valores que se balanceaban. Algo había en ella, un cuerpo extraño, era como un saco de obligaciones culpadas que la llevaba a hacer cosas que realmente no quería… acaso ¿estaban sus emociones manejadas y turbadas?
Poco a poco sentía como se le  escapaba su equilibrio emocional en porciones, sufría ira, angustia y unas responsabilidades extrañas que no le correspondían… ¿Qué ocurría? ¿Estaba su libertad condicionada?
Su afán de investigación le llevó a indagar y esta vez topó con otro de esos  seres  para ella desconocidos, de una tal Rémora los datos cuchicheaban. ¿Quién era ella, de quién se trataba? 

“Pez marino que nace con un disco oval de succión (como si de una ventosa se tratara) con el que se adhiere a otros peces y animales navegantes de mayor tamaño (ballenas, tiburones, tortugas…) con la intención de ser trasladados y alimentados de restos y descamaciones”.

Mmmmmmmm…. Rémora!!!!!!!  Su olor la acercaba a su ambiente, le sonaba conocido, se le hacia familar…
Le resultó consabido el condenado animalillo!!!! Sintió cercanos sus procederes y prácticas y recordó claramente aquellos intentos de acrecentar egos ajenos cuando descubría camaradas con los cuales el viaje podría resultar interesante. 
Se bajó el telón. Y fue entonces cuando descubrió que para ella estas criaturas no eran tan desconocidas, ya se había codeado con alguna de ellas. 
En cierta ocasión una Rémora se le había sutilmente acercado, dispuesta a izar las velas en su barco, se aventuraba y empeñaba en hacerla sentir superior, adularla y rellenar esos pozos internos que la tortuga sufría, mientras que se perfilaba a sí misma como un ser débil y torpe a su lado.
La sesera activó el modo base de datos, clink, clink, clink… 

 Las rémoras no siempre expresan con claridad lo que quieren.

Si piensas o actuas de forma diferente a ellas te mostrarán sutilmente su enfado o tristeza.

Presiona todo el tiempo, hasta que el otro cambia de parecer.

Utiliza la culpa y la lástima para continuar con su juego.

Cuando ve que sus deseos chocan con la negativa del otro, empieza a contarte cuales pueden 
ser las consecuencias de tu decisión equivocada.

Consiguen que cedas tu terreno, a base de presión, lágrimas y provocaciones.

Y si reiteran, reiteran y reiteran… estás ante un gran problema.


Fue pues, en ese momento cuando salió del armario un trastorno silencioso desconocido hasta el momento… 
¿Qué ocurría con la Rémora? Era posesiva y no podía soltar su ventosa de la gente que quería. No escuchaba ni oía, su voz interior no se lo permitía,  ya que el proceso de aprendizaje de sus primeros años de vida grabó (bien o mal) que no era ella la bien querida.
Paralizada la tortuga, con la sesera aturdida, recordó como había comenzado este sutil cuento de hadas:

       Érase una vez una Rémora que se esforzaba en curar las descamaciones de una tortuga día a día.  Mientras recibía el tratamiento el galápago una suave melodía oía:

“Te doy de beber todo lo que necesites… bebe tranquila y sáciate, pero… hay una regla, una única advertencia: no aplaques tu sed jamás en otras fuentes, porque será entonces, cuando yo haya de castigarte”

La tortuga después de un largo tiempo, consiguió descifrar la dichosa cancioncilla y viendo en evidente peligro su cascarón, puso en marcha un dispositivo de activación de límites, levantó las vallas y señalizó su ubicación. STOP!!!!! Era la única manera de evitar sus propios comportamientos inadecuados y negativos que la destruían y no les encontraba ninguna clase de interpretación.
Cerró portones, blindó a esos silencios y gestos cargados de victimismo, amenazas indirectas y castigos… a esos vaporosos detalles que incansablemente murmuraban: “Hazme caso”. 
Suaves y casi indemostrables maniobras, que paso a paso iban construyendo imposiciones y culpas para que las expectativas propias de la cansada tortuga no fuesen cubiertas, y poder así la Rémora rellenar sus vacíos y bordar en la cáscara su propia autoestima.
Eso sí, cada vez que intentaba salir del blindaje y permitir a su confianza tranquila pasear un ratito al sol, el pez succionador giraba su ventosa con ojos famélicos y avidez propia de un aspirador.

Moraleja:

Nadie es dueño de nadie y mucho menos de las necesidades emocionales de los demás.

Nadie tiene la culpa ni es responsable de los vacíos afectivos de otros.

Somos libres, no pertenecemos a nadie y no podemos querer ser dueños de los deseos, de la voluntad o de los sueños de quien quiera que sea.




3 comentarios:

  1. Holaa
    Maravillosa entrada, un gusto y un placer poder leerla
    Gracias por compartirla con nosotros ^^
    Un besazo!

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  2. Mil millones de gracias Naya_gm!!!!
    Un besazo

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  3. Mil millones de gracias Naya_gm!!!!
    Un besazo

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