Fue sutil y pausado... el
tratamiento. Soplaba una suave brisa que
al principio aliviaba, pero que finalmente resultó demasiado cálida y acabó
asfixiando.
De repente la tortuga se dio cuenta
de que palpaba deformes rabias que no conocía en sí misma, nunca en su cuerpo
antes se habían mostrado… de dónde venían? Sentía invasión, ruptura de la verdad, de la
justicia… el ambiente olía raro, se mostraba contaminado. ¿Por qué? Si el eslogan
de la venta era limpio, cumplía con los requisitos de sanidad y parecía pulcro
y saneado…
Lo que percibía claramente era su
vulnerabilidad en llamas, si hacía lo
que quería se sentía vil e incorrecta, y si se orientaba a hacer lo contrario…
pues peor, apreciaba que raras culpabilidades la rondaban.
Los pensamientos sobre esa
persona ocupaban demasiado espacio en su cabeza.
Tensión y estrés, valores que
se balanceaban. Algo había en ella, un
cuerpo extraño, era como un saco de obligaciones culpadas que la llevaba a
hacer cosas que realmente no quería… acaso ¿estaban sus emociones manejadas y
turbadas?
Poco a poco sentía como se le escapaba su equilibrio emocional en porciones,
sufría ira, angustia y unas responsabilidades extrañas que no le correspondían…
¿Qué ocurría? ¿Estaba su libertad condicionada?
Su afán de investigación le llevó
a indagar y esta vez topó con otro de esos
seres para ella desconocidos, de
una tal Rémora los datos cuchicheaban. ¿Quién era ella, de quién se trataba?
“Pez marino que nace con un disco
oval de succión (como si de una ventosa se tratara) con el que se adhiere a
otros peces y animales navegantes de mayor tamaño (ballenas, tiburones,
tortugas…) con la intención de ser trasladados y alimentados de restos y
descamaciones”.
Mmmmmmmm…. Rémora!!!!!!! Su olor la acercaba a su ambiente, le sonaba
conocido, se le hacia familar…
Le resultó consabido el condenado
animalillo!!!! Sintió cercanos sus procederes
y prácticas y recordó claramente aquellos intentos de acrecentar egos ajenos cuando
descubría camaradas con los cuales el viaje podría resultar interesante.
Se
bajó el telón. Y fue entonces cuando descubrió que para ella estas criaturas no
eran tan desconocidas, ya se había codeado con alguna de ellas.
En cierta
ocasión una Rémora se le había sutilmente acercado, dispuesta a izar las velas
en su barco, se aventuraba y empeñaba en hacerla sentir superior, adularla y rellenar
esos pozos internos que la tortuga sufría, mientras que se perfilaba a sí misma
como un ser débil y torpe a su lado.
La sesera activó el modo base de datos, clink,
clink, clink…
Si piensas o actuas de forma diferente a ellas te mostrarán sutilmente su enfado o tristeza.
Presiona todo el tiempo, hasta que el otro cambia de parecer.
Utiliza la culpa y la lástima para continuar con su juego.
Cuando ve que sus deseos chocan con la negativa del otro, empieza a contarte cuales pueden
ser las consecuencias de tu decisión equivocada.
Consiguen que cedas tu terreno, a base de presión, lágrimas y provocaciones.
Y si reiteran, reiteran y reiteran… estás ante un gran problema.
Fue pues, en ese momento cuando salió del
armario un trastorno silencioso desconocido hasta el momento…
¿Qué ocurría con
la Rémora? Era posesiva y no podía soltar su ventosa de la gente que quería. No
escuchaba ni oía, su voz interior no se lo permitía, ya que el proceso de aprendizaje de sus primeros
años de vida grabó (bien o mal) que no era ella la bien querida.
Paralizada la tortuga, con la sesera aturdida,
recordó como había comenzado este sutil cuento de hadas:
Érase una vez una Rémora que se
esforzaba en curar las descamaciones de una tortuga día a día. Mientras recibía el tratamiento el galápago
una suave melodía oía:
“Te doy de beber todo lo que necesites… bebe tranquila y sáciate, pero…
hay una regla, una única advertencia: no aplaques tu sed jamás en otras fuentes, porque será entonces, cuando
yo haya de castigarte”
La tortuga después de un largo
tiempo, consiguió descifrar la dichosa cancioncilla y viendo en evidente peligro
su cascarón, puso en marcha un dispositivo de activación de límites, levantó
las vallas y señalizó su ubicación. STOP!!!!! Era la única manera de evitar sus
propios comportamientos inadecuados y negativos que la destruían y no les
encontraba ninguna clase de interpretación.
Cerró portones, blindó a esos
silencios y gestos cargados de victimismo, amenazas indirectas y castigos… a esos
vaporosos detalles que incansablemente murmuraban: “Hazme caso”.
Suaves y casi indemostrables maniobras, que paso
a paso iban construyendo imposiciones y culpas para que las expectativas
propias de la cansada tortuga no fuesen cubiertas, y poder así la Rémora rellenar
sus vacíos y bordar en la cáscara su propia autoestima.
Eso sí, cada vez que intentaba
salir del blindaje y permitir a su confianza tranquila pasear un ratito al sol,
el pez succionador giraba su ventosa con ojos famélicos y avidez propia de un
aspirador.
Moraleja:
Nadie es dueño de nadie y mucho menos de las necesidades emocionales de
los demás.
Nadie tiene la culpa ni es responsable de los vacíos afectivos de
otros.
Somos libres, no
pertenecemos a nadie y no podemos querer ser dueños de los deseos, de la
voluntad o de los sueños de quien quiera que sea.
Holaa
ResponderEliminarMaravillosa entrada, un gusto y un placer poder leerla
Gracias por compartirla con nosotros ^^
Un besazo!
Mil millones de gracias Naya_gm!!!!
ResponderEliminarUn besazo
Mil millones de gracias Naya_gm!!!!
ResponderEliminarUn besazo